miércoles, 20 de abril de 2011

La magia de Myanmar

Mucho podría decir sobre este viaje y siempre tendría la sensación de que no alcanza  para transmitir lo que viví los primeros 90 días de este año y lo que me dejó esta experiencia.
Las expectivas eran altísimas, a la altura donde suelen estar las de algo que uno espera y desea durante  años. Así aterricé en Bangkok donde 3 días no me alcanzaron para encontrarle el gusto a la ciudad. Pero si me alcanzó el tiempo  para percibir el inmenso contraste entre una ciudad moderna y otra quedada en el tiempo, los coches último modelo abriéndose camino entre los clásicos tuk-tuk, el sky train cruzando el aire.... aire que en otras partes de la ciudad es atravesado por miles de cables enmarañados que llevan electricidad a las viviendas y locales. La frenética Khao San road más que una calle de una ciudad asiática parece una extensión de las ramblas de barcelona. El tiempo alcanzó también para hacer los visados y escaparme de allí...

Tres días más tarde, un vuelo de 1 hora, y llegó la magia... Myanmar! El primer destino al que eligiría volver mil veces más.

Aterricé en Yangón, algo distraida, pensando en la locura de bangkok y de camino al centro quedé maravillada con las pagodas doradas que iban apareciendo por el camino, recortando un cielo despejado de última hora de la tarde. Llegué al hostel, me duché, salí... En busca de Chinatown, después de enterarme por el recepcionista que en Yangon no había ninguna zona de restaurantes ni bares.
Ya era de noche y debo decir que los primeros minutos de caminata al barrio chino fueron de mucha tensión. No esperaba tanta oscuridad en un lugar tan céntrico. La gente que fui cruzando me observaba con intensidad, se aceleraba mi paso y mi corazón, mientras repetía para mis adentros lo que había escuchado anteriormente, que los birmanos son gente pacífica. Pero pensara lo que pensara mi pulso seguía a mil, mientras caminaba por esa avenida extraña y oscura.
Luego todo sucedió muy rápidamente. Una mesa con tres chicas, una que al verme le dice algo a la otra, esta otra que se da vuelta y me mira. No se qué vino primero. Si su inmensa sonrisa o la mía. Pero así fue. La tensión desapareció. Y así como seguí avanzando mientras mi pulso se normalizaba, empecé a disfrutar de todo lo nuevo que pasaba frente a mis ojos. Y esa tensión mía que se esfumó,  se llevo también las miradas que yo percibía como hostiles. La gente me sonreía o simplemente me miraba con amigable curiosidad. Después de todo allí estaba yo, extraña occidental, ya sumergida a pleno en el barrio chino, y por más que buscara otros occidentales con la mirada no hacía más que encontrar lugareños, cientos, reunidos en las calles. vendiendo, cocinando, comiendo, bebiendo, riendo... pero todos y cada uno de los que pasaron cerca mío volvieron la mirada hacia mi preguntándose, imagino yo, qué estaría haciendo allí... Me senté a cenar en un puestito en la calle donde el menú, sin fotos ni traducciones, resultó más pintoresco que útil, y no me dejó otra alternativa que elegir la comida señalando el plato del vecino de mesa.

De Birmania me llevo ese gran primer día que me hizo aterrizar en Asia. Las dos nenas birmanas que esa noche cenaron conmigo y me emocionaron hasta las lágrimas. Me llevo conmigo la felicidad de Min Min, guía del primer trekking que hice que, siempre con una sonrisa, me dijo en el medio de las montañas y ya lejos de cualquier oído indiscreto, que allí, en el medio de ese paisaje, podía hacerle las preguntas que quisiera. La montaña parecía ser el escenario ideal para expresarse, ya que no tienen permitido hablar de política porque van literalmente presos. Con esa misma sonrisa respondió a mis incansables preguntas. Esa noche, en la casa de una familia de una de aldea donde pasamos la noche le hice la última pregunta. "¿por qué eres tan feliz?" y me respondió: "cada mañana renuevo mi mente, mi alma y mi corazón, y soy feliz... no necesito nada más de lo que tengo para serlo. cuando tengo de más lo doy, porque no me hace falta". Así me fui a dormir, a las 7.30 de la tarde, porque en aquellos lares se vive el día y la claridad; y la oscuridad es sinónimo de descanso. Y en mi mente quedó grabada su sonrisa, y en mis oídos sus palabras, y así me dormí, pensando en lo fácil que puede ser vivir, y lo difícil que lo hacemos en mi mundo. El mundo que está del otro lado. El mundo que nunca está satisfecho con lo que tiene y siempre desea más y más: Occidente.

Encontré en Myanmar verdadera espiritualidad. Encontré gente amigable, que corría fuera de sus casas solo para saludar a los pocos turistas que pasamos por allí, que pedía ser fotografiada y se reía con locura al verse después. Encontré un lugar no invadido por el turismo, con la autenticidad de un pueblo virgen, sin vicios de otros mundos y felices de recibirnos...
Encontré inspiración en sus sonrisas, en sus vestuarios, en esos rostros pintados con "thanaka", una pintura amarilla característica que utilizan las mujeres y los chicos para maquillarse primero, para protegerse del sol después.
Y me emocioné con sus paisajes. En la maravilla de un campo plagado de templos, que se extienden por donde mires. Atardeceres y amaneceres en entornos inimaginables.
De a poco fui aprendiendo algo de su idioma y disfrutando del entusiasmo que provocaba mi intento por comunicarme.
Sin dudas en estas tierras viví lo mejor del viaje. Me siento afortunada de haber metido la cabeza en ese mundo porque lo que me llevo es invaluable... Y porque estoy segura que en unos años, lamentablemente, será muy diferente.

Cositas curiosas...
  • En Myanmar se conduce por el carril derecho, pero aún así, algunos vehículos tienen el volante del lado derecho, herencia de la época en que Birmania era colonia inglesa. Una herencia un tanto peligrosa que implica que en los autobuses viaje un "ayudante" que mediante un "ahora si, ahora no" le sugiere al conductor cuándo es buena o mala idea adelantar a otro coche.
  • El ayudante también es el encargado de ir abriendo y cerrando la puerta del autobús para que entre aire (cuando no funciona o se carece de aire acondicionado), procurando cerrarla a tiempo cuando viene otro vehículo por el carril contrario. 
  • Las paradas constantes en la ruta hacen comprender rápidamente al viajero la utilidad de la pila de banquitos de plástico a la entrada del bus. Uno para cada nuevo pasajero, que se van ubicando a lo largo del pasillo del autobús. 
  • Todos los hombres sin excepción visten faldas, una especie de pareo llamado longyi (lungui)  de distintas calidades según la ocasión.
  • En Myanmar no hay cajeros automáticos ni se aceptan tarjetas de crédito. O sea, hay que contar con efectivo!! La mayoría de los billetes de la moneda local (kyat) que circulan por la calle están totalmente deteriorados. Algunos parecen papiros. Los meten en bolsitas de plástico, o agrupan varios billetes con ganchitos y lo usan como unidad. Pero en contraposición, para cambiar dólares o euros los billetes tienen que estar impolutos. Una arruga, una marca, un quiebre... y a descontarlo del "haber" porque no te sirve para nada.
  • Las mujeres no pueden sentarse en el último asiento de ningún medio de transporte si en esa misma fila hay también un monje!
  • Una costumbre muy habitual entre la gente mayor es masticar la nuez de betel (un fruto que trituran, mezclan con distintas especias y envuelven en una hoja que se meten en la boca),  luego escupen los desechos: un líquido rojo que es bastante desagradable, que les tiñe y arruina la dentadura. Y es lo que dicen, "sobre gustos....."

    Menú... ¿Qué elijo?
    Primera noche en Yangón
    cenando con mis dos nuevas amigas
    Aquí me habló Min Min.

    Estado general de la moneda local (kyat)
    thanaka. maquillaje tradicional
    Sonrisas y más sonrisas



    Más fotos del viaje: http://www.flickr.com/nattown

    3 comentarios:

    Jessi dijo...

    Entrar en tu blog es como espiar, porque más que ver, se percibe un halo de las vivencias espirituales que fuiste y vas teniendo en el camino. Imagino cuantas lágrimas fueron limpiándote día a día de tu coraza occidental, cuantas relaciones, paralelos, paradojas, curiosidades y lecciones trazaron tu mente y tu alma. Imagino que estarás reeditando la cartografía de tu mundo y cambiando coordenadas, longitudes y latitudes para ser un poquito más felíz, tal como te dijo el duende disfrazado de guía. Que bueno negra, me alegro de tu experiencia porque sé por como sos, que ha sido maravilloso y mágico. Me quedo esperando el próximo capitulo!

    emoving dijo...

    samiguita... que divino leer un poquito de tus aventuras y revivir las vivencias de esas primeras experiencias en un mundo tan distinto al nuestro y del que tanto tendriamos que aprender! un placer para el alma leer lo que viste y viviste por donde tus piecitos viajeros te llevaron! urgente el próximo post! besos

    Anónimo dijo...

    Oh it is a pity, I don't understand spanish ... Marie